Semblanza de los rasgos distintivos de ese ser humano; diferencia que impacta perceptivamente y genera una huella empática o de asombro.
Doble impacto en el umbral de la conciencia:
-dota de densidad humana lo que habitualmente se considera una producción genial;
-promueve la experiencia vicaria en relación a actos creativos o fundacionales del acervo cultural de la humanidad.
Cuando las biografías responden a vidas que han generado artefactos culturales terciarios (obras de arte, sistemas filosóficos, revoluciones científicas): sus búsquedas, sus posicionamientos y las vicisitudes de sus producciones son el síntoma de mentalidades que desbordan las lógicas de paradigmas utilitaristas o pragmáticos en relación a las actividades humanas.
Una de sus principales claves se halla en la síntesis eidética –de ahí su nombre de “imagen” biográfica- que apela a lo visual-directo, esto es a rasgos de personalidad, a situaciones concretas de vida, a acontecimientos históricos específicos que se entramaron biográficamente con la obra, a aspectos puntuales de sus temas o estilos.
Así, en parte retrato arbitrario de una personalidad; en parte, relato de acontecimientos vitales y, finalmente, manifestación de una obra que permite pensar una época. Ya sea porque la imagen biográfica la representa, porque sea el síntoma que la denuncia o, porque se le adelanta, resultando la excepción de las reglas que ordenan los hábitus y las ideas imperantes.
Presentar una vida y una obra en sus rasgos diferenciales podría ser una invitación a profundizar o acceder a lecturas que, de otra forma, quizá nunca se hubiera presentado como inquietud.
El romanticismo, como movimiento artísitico y filosófico, permite comprender la reacción de toda una generación que vivió el doble proceso de la revolución francesa y la revolución industrial.
De ninguna manera se puede considerar un movimiento homogéneo al romanticismo inglés, lo que sí ha permitido considerar un agrupamiento entre ellos fue el clima intelectual de la época que los llevó, aunque por caminos separados, a aquella actitud ante la vida. “La fuerza electrizante que contienen sus palabras” y que no nace de sus mentes sino “del espíritu de la época” decía Shelley al leer a los autores más renombrados de su tiempo, quizá eso era lo que poseían en común. Energía ligada en sus comienzos a la Revolución Francesa, según lo advirtiera William Hazlitt en su célebre Spirit of the Age “el amanecer de una nueva era [...] un tiempo de promesa y de renovación del mundo y de las letras”; anunciado por Blake y Wordsworth, exaltado por Keats y por Shelley. Pero no bien cesó el entusiasmo inicial por la revolución empezaron nuevamente las desavenencias y las críticas mutuas, que han quedado luego acalladas por el típico proceso de mitificación.
Borges dice en sus clases de Literatura Inglesa que "el sentimiento romántico es un sentimiento agudo y patético del tiempo, unas horas de delectación amorosa, la idea de que todo pasa, un sentimiento más profundo de los otoños, de los crepúsculos de la tarde, del pasaje de nuestras propias vidas.”
Imagen biográfica de Wordsworth: La percepción y la memoria (María Gabriela Gentiletti)
Las premisas con las que trabaja William Wordsworth (1770-1850) son básicamente dos: la de tratar en sus poemas sobre asuntos sencillos realzándolos con el poder de su imaginación, y la de llevar acabo un proceso de transformación individual a partir del pensamiento inspirado en las vivencias del pasado y la naturaleza.
Lo que podría haber desembocado en una trivialidad poética, entraña un salto revolucionario en la poética del romanticismo. La percepciónde la más humilde flor puede desencadenar en Wordsworth los pensamientos más profundos. La naturaleza encierra la experiencia de lo sublime, y no necesariamente debe ser imponente; lo sublime también se haya en lo más pequeño.
“Pues a ver he aprendido
a la naturaleza no como en los instantes
de ignara mocedad; pero oyendo a menudo
la quieta y triste música de la humanidad,
ni áspera ni estridente, pero sí con la fuerza
que ennoblece y subyuga.”
Unirse en intimidad con lo natural para percibir y recepcionar esa universal sabiduría que produce el goce estético de quien la experimenta.
Para Wordsworth el alma puede enaltacerse con el lenguaje de la naturaleza. El poeta se impregna de lo sublime de la naturaleza dando “formas hermosas” a “la mansión del espíritu”; es ella la que genera la música del alma que podremos recuperar toda vez que necesitemos. Son estas armonías las que recuperadas por la memoria pueden devolvernos la paz ante las “tediosas relaciones que hacen la vida diaria”.
Su programa poético intenta la intuición de las interrelaciones entre su verdadero Yo y el pasado en un proceso de crecimiento mental y restauración espiritual.
Es gracias a este trabajo de análisis reconstructivo del pasado que, según Gutierrez (op.cit) “El sueño romántico [...] se puede considerar realizado, pues muchos de los poemas publicados con anterioridad completan el proceso de regeneración y de análisis individual mediante una comunicación a veces panteísta con la naturaleza y de un misticismo pletórico de ´revelaciones´.”
En sus ejercicios poéticos busca, en un juego proyectivo entre la naturaleza y el pasado, a su propio Yo. Una vida dedicada al pensamiento que persigue la visión de las formas; pero para eso le es necesario un distanciamiento, un yo que se desdoble para observarse a sí mismo en el pasado.
Wordsworth cree en la experiencia como fuente de inspiración, pero no en el momento vivencial de la experiencia, sino en el tiempo de la memoria, cuando el poeta está sereno y recuerda, cuando revive la emoción, donde ya no es ni el actor que sufre y se desespera, o aquel que se enamora y se abisma en esa experiencia. Al volver atrás es el espectador tranquilo que, protegido por la distancia del tiempo, puede pensar el sentido de la vivencia.
Este método surge en Wordsworth como forma de reencontrarse con su equilibrio espiritual arrasado por la historia.
Wordsworth ha creído en la revolución francesa, saboreó el elixir democrático y revolucionario. Sumaba a su aspiración republicana el frenesí amoroso por Anette Vallon. Pero en seguida sobrevendrá el regreso a Inglaterra, ya no volverá a ver a Anette; y se agregará la decepción de Napoleón que se erige en emperador, la ejecución de sus compañeros girondinos, el estallido de la guerra contra Francia...
Todo esto: la ilusión efervescente de un mundo igualitario y el amor, y su rápido derrumbe, lo dejarán devastado emocional e ideológicamente.
Sólo la escritura podrá salvarlo de esa crisis subjetiva que fue síntoma y metáfora de un proceso histórico. Su método de escritura, básicamente autobiográfico, con el trabajo reconstructivo de la memoria fue su salvación. Hasta 1842, en que fue reconocido poeta laureado, Worsworth vivió en una calma siempre alerta debido a la desconfianza que le seguía generando la política y sólo lograba el remanso en los recuerdos que cobraban vida en sus poemas.
Uno de los productos que creó gracias a ese trabajo de “doble conciencia” entre el presente y el pasado fue “La cabaña destruida”. El paso del tiempo y la pérdida de una ilusión y una vida sólo pueden ser comprendidas en la conciencia que se construye a la distancia, auxiliados por la memoria.
La triste historia de Margaret que ha vivido unos años felices en esa cabaña y que ahora está muerta. Su historia es reconstruida por un anciano que la ha visitado periódicamente y es testigo de sus pérdidas, su desesperación y su muerte.
Hubo un tiempo en que todo era felicidad: una vida sencilla, de trabajo.
Pero luego los hechos de la historia (la misma historia que vivió Wordsworth) todo lo destruyeron. Las sequías, la guerra, la enfermedad de su marido primero y su partida posterior al frente, la revolución industrial y la masiva expulsión a la pobreza de obreros artesanos.
La cabaña destruida es la historia de Margaret, pero también la del ancino que la relata y, por supuesto, la del mismo Worsworth. Es la historia de quien h vislumbrado un ideal, ha creído poseerlo y paulatina o bruscamente, pero siempre de forma inexorable, lo ha perdido. Margaret no se resignará, esperará permanentemente el regreso de su marido; en esa espera morirán sus dos hijos y acabará por morir ella, pues su cabaña se irá deteriorando tanto que ya no la protegerá de nieves y lluvia.
Harold Bloom ha escrito que a Margaret no la mató el sufrimiento sino la esperanza.
A Wordsworth lo salva su pensamiento, su memoria y sus poemas; se refugia en su intuición y expurga en ella el desencanto de una sociedad que conoció la distancia entre el ideal y su realidad.
En el Instituto Fisherton de Educación Integral las profesoras: Liliana Antoniz, María Susana Ramasco, Andrea Serenelli, Ana Minniti y Edita Saluzzo incluirán en sus propuestas didácticas el trabajo con imágenes biográficas. Estas experiencias serán documentadas y evaluadas en el marco de mi proyecto de asesoramiento situado.
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