Desde
la antigüedad, los espejos han ejercido fascinación en los seres humanos. La
imagen reflejada, duplicada, multiplicada, invertida, deformada, que muestra o
esconde algo que intriga o inquieta, ha sido una metáfora de la autoconciencia,
de la búsqueda incesante de conocimiento, de saber quién se es y quiénes son
los otros. En su contracara, los espejos, son también el símbolo de lo que se
replica y se refracta engañosamente, de la realidad trastocada cuando, por
ejemplo, un espejo la refleja, la deforma o la invierte.
Superficies espejadas hay muchas: el
agua, el cuarzo hialino, la obsidiana, los espejos de metal o de cristal con
amalgama... Todos ellos provocan un efecto similar, la idea de que la realidad
se duplica, que la identidad de las cosas puede verse de otro modo.
La literatura nos presenta en muchas
ocasiones el tópico de los espejos. Y, con ello nos hace reflexionar sobre los
"poderes" de los materiales reflejantes, de la verdad o la falsedad
de lo que se refleja, de las suertes que corre el que observa o se observa.
La superficie espejada del agua que
atrapa para siempre a Narciso con el enamoramiento de su propio rostro, es un
ejemplo de esto. Obsesión y fascinación por sí mismo, por el reflejo de la
propia imagen que lo condenará, hasta su metamorfosis en flor.
El escudo brillante que Atenea le
prestó al héroe Perseo y que fue su salvación cuando tuvo que guiarse sin mirar
a los ojos de Medusa de modo directo, es otro caso. Medusa era la única de las
tres Gorgonas que era mortal, y que petrificaba con su mirada a quien tuviera
enfrente. Perseo tuvo que cumplir su promesa de decapitar a la Gorgona y llevar
su cabeza al rey tirano Polidectes. El escudo, usado como espejo, neutralizó el
poder mortal de la mirada de Medusa.
Hay ya, en estos dos relatos
mitológicos, dos sentidos diferentes de lo que pueden ser los espejos. El
espejo mortal que halló Narciso en la superficie del lago. El espejo protector
-que además era un escudo- y que le ofreció Atenea a Perseo, para salvarse de
la mirada fatal de la Gorgona.
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