Las potencias operatorias
del pensamiento creador deben ser enmarcadas en el contexto del mundo
paradójico que habitamos: donde la mega red que nos conecta, también nos atrapa
en lógicas hiper-indvidualistas y ultra-competitivas que producen una servidumbre
maquínica de las subjetividades.
El pensamiento creador, implica además de operatorias
específicas, estrategias de huida de las lógicas binarias, que atan al deseo y a
las conciencias a las maquinarias de la productividad y el consumo; que
encierran o se apropian perversamente de las potencias de creación. El
engranaje maquínico penetra lo más elemental del individuo: sus afectos,
deseos, percepciones, sensaciones -lo que incluso aún no está individuado y es
inconsciente- y que justo, por eso, lo moviliza y lo modula sin que pueda darse
cuenta.
Frente a estas fuerzas que se apoderan y controlan las
potencias vitales, el pensamiento creador se sirve de las ventanas que ofrecen
las artes y de las puertas que abre la filosofía, para dar lugar a la invención
de mundos posibles, o mejor aún: de mundos opcionales.
El pensamiento creador puede “plegar las fuerzas”,
modificar el curso de una fuerza de servidumbre y engendrar una
“experimentación por agenciamiento”, que en diferentes escalas de lo
subjetivo-social de lugar a actos, lógicas o normatividades optativas.
El pensamiento creador requiere una reconceptualización
de lo que llamamos “libertad”. Una libertad que revierta el individualismo
dominante, y que remite a pensar en una
potencia, a la vez conectora de lo “distinto” y expansiva de las
“multiplicidades”. “Huir o perecer” es el lema que los flujos de deseo reclaman
para lograr su potencia inventiva.
Y no habrá libertad sin pensamiento creador, porque solo
mediante sus operatorias, podremos ampliar el margen de nuestras opciones y
aumentar los focos posibles de subjetivación.
Tomar la propia vida como una experiencia y como una
experimentación.
El
pensamiento creador es aplicado a la recreación de la propia vida, del propio
actuar y de los mundos que ese accionar genera. Pero esa recreación del sí
mismo y de lo relacional con “lo otro” -esa “individuación-subjetivación”- para
la creación de mundos opcionales, necesita reapropiarse de saberes, símbolos,
valores, experiencias, latentes o lejanos en los fondos comunes de nuestra
cultura humana.
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